¡Triste Valentín!
Una noche más sin chocolates ni flores, otro año que se escurre como agua que corre, más de una década esperando al Valentín que se arriesgue a confiarme su frágil corazón. Hace tiempo llegué a soñar despierta, creí encontrar al angel que endulzaría mi vida, pero en su lugar me tropecé con un duende, una personalidad absorbente a la que no pude entender. Un anciano encerrado tras el rostro de un niño, con besos tan dulces que ataron mi razón. Otro año más recordando el brillo de días pasados, sin flores, ni presentes,ni canciones, ni poemas, tal vez uno que otro beso que se da al despedirse y una luna llena cómplice como la que hoy nos ilumina. Evaluando la última mitad de mi vida he llegado a la conclusión que aún sigo esperando a mi amado Valentín. Cada vez que observo a una pareja de casados, cómo se tratan, cómo se miran, siento un dejo de tristeza por mi terco corazón, porque dicen que el enamoramiento dura poco más de tres años, pero al mío lo he alimenta